martes, 28 de febrero de 2017

El mundo a la inversa y los turistas sudamericanos en México

En el hemisferio sur, las altas temperaturas del verano entran en un choque simbólico con las imágenes tradicionales de una blanca Navidad y el frío de invierno en el norte. Sudamérica vive sus propios tiempos. Y aunque vive coordinado con el resto del mundo en términos económicos y políticos cotidianos, la vida social y la cultura -sus formas civilizatorias- están marcadas por sus diferencias geográficas.
"América invertida" (1936), de Joaquín Torres García.
El último día de 2016, la aguja de los termómetros en Montevideo, Buenos Aires, Sao Paulo y Río de Janeiro no bajó de los 28 grados durante el día y mucha gente se dispuso a celebrar en bermudas la fiesta de año nuevo. A diferencia de lo que ocurre en el norte, como en México, donde las actividades económicas ceden paso al receso de fin de año, en Argentina y Uruguay las oficinas públicas, las universidades, las instituciones privadas mantienen sus puertas abiertas hasta el último día hábil de diciembre, pero una vez que comienza enero, “bajan la cortina” y se van de vacaciones.
Ciudades como Punta del Este, en Uruguay, Porto Alegre, Curitiba y Florianópolis, en Brasil, y Viña del Mar, en Chile, están ahora listas para llenarse de miles turistas argentinos y uruguayos que andan en busca de una buena playa, lejos de las aguas frías del Atlántico Sur y sus corrientes originadas en el Antártico. Los habitantes de Buenos Aires, particularmente, buscan costas al norte del río de La Plata porque los sedimentos que se acumulan en la ribera sur del cauce platense producen lodos poco agradables para los bañistas.
Es por eso que en esta temporada la península de Yucatán se llena de turistas sudamericanos, sobre todo argentinos, que aprovechan paquetes turísticos promovidos en todo tipo de medios electrónicos e impresos. Aunque Cancún es el lugar más conocido, es cada vez más frecuente que Playa del Carmen sea el destino principal de los viajeros, no solo para pasar el verano austral en el norte, sino para celebrar bodas y aniversarios especiales en esta y otras fechas.
En ocasiones, gente de Montevideo y Buenos Aires cuenta que ha pasado unas vacaciones maravillosas en las playas de Quintana Roo y que ha visitado ruinas mayas, pero nunca falta aquel que aprovechando la conversación con un mexicano dice que tuvo una experiencia desagradable con algún policía o con empleado mal capacitado para brindar servicios al consumidor.
Los casos llegan inclusive hasta la prensa, la última semana del año circuló en Buenos Aires la versión en redes sociales de una joven que denunció un intento de violación en la madrugada del 25 de diciembre en Playa del Carmen. Se trata de una veinteañera de la provincia de Mendoza que se quejó de haber sido ignorada por uniformados cuando llamó al 911 y, más tarde, tratada con desinterés y mala gana en la agencia ministerial donde presentó su acusación (lo que, ella misma aclaró, también puede pasar en Argentina).
Los feminicidios y el acoso a las mujeres jóvenes es un tema cada vez más persistente en los medios argentinos y en los encuentros coloquiales, pero todo indica que no alcanzan las proporciones registradas en ciertos lugares de México. El último año ha sido especialmente notable en este tema. Dos jóvenes argentinas que andaban de “mochilazo” en Ecuador fueron asesinadas en abril pasado y una más fue ultimada el 29 de diciembre de 2015 en Uruguay. En los tres casos, las investigaciones están estancadas. Nadie paga por esos crímenes. Y en el caso de la mendocina agredida en Playa del Carmen, que se libró del ataque gracias a su conocimiento del tae kwon do, la muchacha ya advirtió que no dejará de exigir en la embajada de México en Buenos Aires que las autoridades de Quintana Roo investiguen el caso.
Los hechos que empañan la reputación de los centros vacacionales mexicanos, pese a todo, no merman el interés por hacer turismo allá. Los argentinos duplicaron en 20 años la cantidad de turistas al extranjero, al sumar casi seis millones de viajes en 2015, según cifras publicadas por el Banco Mundial, y buena parte de ellos van a México porque les resulta relativamente más económico y culturalmente atractivo.
Sorprendentemente, Uruguay registró dos millones 600 mil viajes de sus ciudadanos al exterior en 2015, siendo un pequeño país de solo tres millones 300 mil habitantes. Y no es de extrañar que entre los viajeros haya gente de diferentes niveles socioeconómicos, desde un taxista o un pequeño empresario hasta un empleado público, un ganadero, un profesionista o un político, dado que Uruguay -junto con Chile- tiene el más alto nivel de ingreso personal en América Latina.
Los viajes generan un intercambio intenso que se podría medir de muchas maneras, como podrían ser las encuestas. Pero si uno se atiene tan solo a los símbolos, se habría de observar que muchos de los sudamericanos que viajan a la península de Yucatán, a la Ciudad de México o a muchos otros puntos de la República Mexicana, se llevan una grata experiencia, no obstante los avatares o comentarios negativos ocasionales en las redes.
No sólo hay sitios en internet con reseñas de grandes y placenteros periplos por el sureste de México, incluyendo estados como Chiapas y Oaxaca, sino también muchos sombreros, “recuerdos” artesanales e imágenes de la virgen de Guadalupe que adornan automóviles, la estancia de una casa, un bar o un café. Algunos visitantes sudamericanos, al entrar en contacto con un mexicano en estas tierras, lo primero que mencionan en una conversación es la comida mexicana y su variedad. Esto puede ser también un buen indicador de la impronta que deja México y su confirmación está en el hecho de que en los supermercados hay siempre disponible algún producto mexicano, sea una lata de jugo, una “Corona”, un “Gansito”, una salsa de chipotle o, sobre todo, unas tortillas de harina.
El cartel del primer Festival Cervantino
del Sur, celebrado en Montevideo
en octubre y noviembre de 2016.
 
Así es que, aunque las estaciones del año, estén a la inversa, el mundo es el mismo. Eso explica porqué el pintor uruguayo Joaquín Torres García (1874-1849) pintó a Sudamérica al revés, con la Patagonia hacia arriba, y porqué el primer Festival Cervantino del Sur, celebrado en Montevideo en noviembre de 2016, tuvo como símbolo el rostro de cabeza de Miguel de Cervantes Saavedra. Y en temas como el turismo, la justicia y los buenos recuerdos y sabores, lo que es evidente es que los sudamericanos aprecian lo mismo un buen platillo como se quejan y denuncian un maltrato. Lo importante es saber reconocer las diferencias y encontrar los puntos en común, porque al final de cuentas, estamos todos en el mismo continente y las atracciones y los encuentros son mayoritarios.


Publicada originalmente en elarsenal.net como texto de la columna Punto Sur.
1 de enero de 2017

@ggespinosa01
Facebook: Guillermo G. Espinosa

lunes, 27 de febrero de 2017

De gauchos, mate, asados, futbol y barras bravas

Dicen los montevideanos del barrio que hay tres cosas que identifican al uruguayo: la bebida caliente que conocen como yerba mate, el asado (de carnes) y el futbol.
Alguien que mire esta colección de ítems desde fuera diría que Argentina es igual y que hasta los gauchos son parte de una cultura compartida. Y lo cierto es que lo son, porque tan gaucho es Martín Fierro, el personaje épico-literario de José Hernández, como el Museo del Gaucho que está sobre la principal avenida de Montevideo.
Desde hace poco más de medio año he venido tratando de resolver este tremendo acertijo y aunque he dedicado muchas horas de lectura a las respectivas historias de Uruguay y Argentina, mis dudas se ahondan en vez de disiparse del todo.
Cuando descubrí que una diferencia venía del distanciamiento entre las élites de los puertos de Montevideo y Buenos Aires, en los años del virreinato, en el siglo XVIII, llegó a mis manos otra lectura que hacía referencia a esa idea de que Uruguay fue fundado como un "Estado tapón" independiente, que frenara las viejas aspiraciones portuguesas de llegar hasta la desembocadura del río de la Plata, en el siglo XIX.
Las dos historias tienen su fundamento y hasta ahora no he encontrado un texto que me convenza de la segunda idea, más allá de los argumentos que he escuchado de algunos de mis amigos argentinos que sin ningún temor a equivocarse sostienen que Uruguay es como cualquier otra provincia argentina y que si no hubiera sido por las ideas de las antiguas potencias europeas, esto sería el mismo país, como parece que se incluye de hecho en el mapa impreso en los tapones del vino argentino Las Moras (no sé si por error o por voluntad de los fabricantes).
Yo creo que, como muchos otros países de América Latina, digamos, por ejemplo, Honduras y El Salvador, las diferencias son tan imperceptibles, que si no fuera por las aduanas, nadie notaría la diferencia entre un país y otro.
En el caso de Uruguay no tengo duda de que las ideas independentistas de José Gervasio Artigas estuvieron fuertemente arraigadas en un sentimiento popular de la época y en los intereses de la élite local, portuaria y ganadera, que terminaron convenciéndose en el primer tercio del siglo XIX de que el territorio oriental del río Uruguay, que desemboca de norte a sur sobre el río de la Plata, debía constituirse en un Estado independiente y soberano.
Con el tiempo y el crecimiento territorial de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la nación argentina fue madurando, compenetrándose en su propio devenir y en su propios conflictos de poder, al tiempo que dejaron en el olvido a "los orientales" y sus acciones separatistas.
Pero la geografía, el comercio, el intercambio de ideas y la cultura no han dado tregua a esa terca pregunta sobre las similitudes entre las dos naciones hasta el punto en que hoy todavía es común encontrar en Montevideo una serie de señales que reclaman la originalidad del tango y de su creador y máximo exponente, Carlos Gardel.
Los uruguayos dicen que Gardel nació en Tacuarembó, en el interior de Uruguay, y afirman con toda convicción que él es tan uruguayo como el tango titulado La Cumparsita, que además da nombre a una calle de Montevideo, donde fue escrita y ejecutada por primera por su autor, Gerardo Matos, en 1907, en la preparación de una comparsa del carnaval de febrero.
El tema de la yerba mate es otro rosario de preguntas con respuestas relativizadas. Una vez un taxista me dijo con autoridad que la diferencia radica en la variedad y la calidad de yerbas de las que disponen los uruguayos para prepararse un mate, que los argentinos, dijo contundente, no tienen.
Y la verdad no me he dado el tiempo de investigar cuántas yerbas y de qué tipo hay, pero aquí mucha gente no se desprende jamas de su pocillo, al que en sí mismo llaman mate y su termo con agua hirviendo que vierten sobre un amasijo verde, no importando si hace frío o calor. Lo que sí he visto en las tiendas es que el mate también lo importan a Uruguay desde Argentina, agregando más confusiones a mi obcecado -y probablemente inútil- deseo de hallar las sustancias distintivas de una u otra nacionalidad.
Ha sido difícil. Bonaerenses y montevideanos pueden detectar en segundos de qué lado del río de la Plata proviene uno u otro. Pero para alguien con un oído poco capacitado, es prácticamente imposible. La gente y las dos ciudades que bordean el cauce platino son como siamesas, dos cabezas que salen de un mismo cuerpo y con igual habla. Cuando hace frío aquí, allá también están temblando. Y si sacan los paraguas, acá traemos la gabardina.
Pero si se dijera que la diferencia puede encontrarse en el fútbol (con acento en el caso rioplatense), también estaríamos entrando en un piso resbaladizo. Uno podría creer que River Plate es un equipo argentino con sede en Buenos Aires, que representa y apoyan masivamente clasemedieros y ricos, pero en Montevideo tiene un gemelo pobre, con pocos seguidores.
Las barras bravas argentinas tampoco son un patrimonio exclusivo del lado sur del río. También existen en Uruguay e igualmente son violentas y mafiosas, aunque de este lado la gente suele contraer las palabras con las que les denomina, reduciéndolas a "barrabravas" (por aquello de que se comen la ese).
De los dos lados existe la polémica de qué tan vinculadas están estas organizaciones con el tráfico de drogas dentro y fuera de los estadios, robos, asesinatos y otros delitos, pero las investigaciones van y vienen sin que se vea cerca su desaparición.
Por el contrario, en Uruguay circula la versión de que hace cerca de una década, el gobierno nacional, entonces también encabezado por Tabaré Vázquez (reelecto a un nuevo mandato de 2015 a 2020), alentó la formación de grupos que, desde las tribunas mismas, neutralizaran a los violentos.
Pero ahora resulta que esos grupos han abusado del poder que se les dio y se sabe que disputan jerarquías, venta de drogas, comisiones por venta de futbolistas, distribución de boletos gratuitos a su antojo, manejo de la pirotecnia y que, en sus movilizaciones de apoyo entre Uruguay y Argentina, han escondido delincuentes perseguidos por algún delito, tal y como ha denunciado en la prensa local.
Bueno y ni qué decir del asado. Quizá algunos cortes sean distintos o posiblemente sean los nombres. Pueden ser las dos cosas. A estas alturas, en mi mexicana visión del mundo, lo único que me queda claro es que un churrasco es una pieza gruesa a la que solo hay que ponerle un poco de chimichurri, evitando bañarla como si estuviéramos virtiendo salsa en un taco. Y no quiero saber, por ahora, si esas palabras que distinguen a la culinaria de ambos países, surgieron en Uruguay o en Argentina, porque es probable que haya alguna controversia y mis dudas resten sin solución.


Publicada originalmente en elarsenal.net como texto de la columna Punto Sur.
26 de febrero de 2017

@ggespinosa01
Facebook: Guillermo G. Espinosa