En
el hemisferio sur, las altas temperaturas del verano entran en un
choque simbólico con las imágenes tradicionales de una blanca
Navidad y el frío de invierno en el norte. Sudamérica vive sus
propios tiempos. Y aunque vive coordinado con el resto del mundo en
términos económicos y políticos cotidianos, la vida social y la
cultura -sus formas civilizatorias- están marcadas por sus
diferencias geográficas.
"América invertida" (1936), de Joaquín Torres García. |
El
último día de 2016, la aguja de los termómetros en Montevideo,
Buenos Aires, Sao Paulo y Río de Janeiro no bajó de los 28 grados
durante el día y mucha gente se dispuso a celebrar en bermudas la
fiesta de año nuevo. A diferencia de lo que ocurre en el norte, como
en México, donde las actividades económicas ceden paso al receso de
fin de año, en Argentina y Uruguay las oficinas públicas, las
universidades, las instituciones privadas mantienen sus puertas
abiertas hasta el último día hábil de diciembre, pero una vez que
comienza enero, “bajan la cortina” y se van de
vacaciones.
Ciudades como Punta del Este, en Uruguay, Porto
Alegre, Curitiba y Florianópolis, en Brasil, y Viña del Mar, en
Chile, están ahora listas para llenarse de miles turistas argentinos
y uruguayos que andan en busca de una buena playa, lejos de las aguas
frías del Atlántico Sur y sus corrientes originadas en el
Antártico. Los habitantes de Buenos Aires, particularmente, buscan
costas al norte del río de La Plata porque los sedimentos que se
acumulan en la ribera sur del cauce platense producen lodos poco
agradables para los bañistas.
Es
por eso que en esta temporada la península de Yucatán se llena de
turistas sudamericanos, sobre todo argentinos, que aprovechan
paquetes turísticos promovidos en todo tipo de medios electrónicos
e impresos. Aunque Cancún es el lugar más conocido, es cada vez más
frecuente que Playa del Carmen sea el destino principal de los
viajeros, no solo para pasar el verano austral en el norte, sino para
celebrar bodas y aniversarios especiales en esta y otras fechas.
En
ocasiones, gente de Montevideo y Buenos Aires cuenta que ha pasado
unas vacaciones maravillosas en las playas de Quintana Roo y que ha
visitado ruinas mayas, pero nunca falta aquel que aprovechando la
conversación con un mexicano dice que tuvo una experiencia
desagradable con algún policía o con empleado mal capacitado para
brindar servicios al consumidor.
Los
casos llegan inclusive hasta la prensa, la última semana del año
circuló en Buenos Aires la versión en redes sociales de una joven
que denunció un intento de violación en la madrugada del 25 de
diciembre en Playa del Carmen. Se trata de una veinteañera de la
provincia de Mendoza que se quejó de haber sido ignorada por
uniformados cuando llamó al 911 y, más tarde, tratada con
desinterés y mala gana en la agencia ministerial donde presentó su
acusación (lo que, ella misma aclaró, también puede pasar en
Argentina).
Los
feminicidios y el acoso a las mujeres jóvenes es un tema cada vez
más persistente en los medios argentinos y en los encuentros
coloquiales, pero todo indica que no alcanzan las proporciones
registradas en ciertos lugares de México. El último año ha sido
especialmente notable en este tema. Dos jóvenes argentinas que
andaban de “mochilazo” en Ecuador fueron asesinadas en abril
pasado y una más fue ultimada el 29 de diciembre de 2015 en Uruguay.
En los tres casos, las investigaciones están estancadas. Nadie paga
por esos crímenes. Y en el caso de la mendocina agredida en Playa
del Carmen, que se libró del ataque gracias a su conocimiento del
tae kwon do, la muchacha ya advirtió que no dejará de exigir en la
embajada de México en Buenos Aires que las autoridades de Quintana
Roo investiguen el caso.
Los
hechos que empañan la reputación de los centros vacacionales
mexicanos, pese a todo, no merman el interés por hacer turismo allá.
Los argentinos duplicaron en 20 años la cantidad de turistas al
extranjero, al sumar casi seis millones de viajes en 2015, según
cifras publicadas por el Banco Mundial, y buena parte de ellos van a
México porque les resulta relativamente más económico y
culturalmente atractivo.
Sorprendentemente,
Uruguay registró dos millones 600 mil viajes de sus ciudadanos al
exterior en 2015, siendo un pequeño país de solo tres millones 300
mil habitantes. Y no es de extrañar que entre los viajeros haya
gente de diferentes niveles socioeconómicos, desde un taxista o un
pequeño empresario hasta un empleado público, un ganadero, un
profesionista o un político, dado que Uruguay -junto con Chile-
tiene el más alto nivel de ingreso personal en América Latina.
Los
viajes generan un intercambio intenso que se podría medir de muchas
maneras, como podrían ser las encuestas. Pero si uno se atiene tan
solo a los símbolos, se habría de observar que muchos de los
sudamericanos que viajan a la península de Yucatán, a la Ciudad de
México o a muchos otros puntos de la República Mexicana, se llevan
una grata experiencia, no obstante los avatares o comentarios
negativos ocasionales en las redes.
No
sólo hay sitios en internet con reseñas de grandes y placenteros
periplos por el sureste de México, incluyendo estados como Chiapas y
Oaxaca, sino también muchos sombreros, “recuerdos” artesanales e
imágenes de la virgen de Guadalupe que adornan automóviles, la
estancia de una casa, un bar o un café. Algunos visitantes
sudamericanos, al entrar en contacto con un mexicano en estas
tierras, lo primero que mencionan en una conversación es la comida
mexicana y su variedad. Esto puede ser también un buen indicador de
la impronta que deja México y su confirmación está en el hecho de
que en los supermercados hay siempre disponible algún producto
mexicano, sea una lata de jugo, una “Corona”, un “Gansito”,
una salsa de chipotle o, sobre todo, unas tortillas de harina.
El cartel del primer Festival Cervantino del Sur, celebrado en Montevideo en octubre y noviembre de 2016. |
Así
es que, aunque las estaciones del año, estén a la inversa, el mundo
es el mismo. Eso explica porqué el pintor uruguayo Joaquín Torres
García (1874-1849) pintó a Sudamérica al revés, con la Patagonia
hacia arriba, y porqué el primer Festival Cervantino del Sur,
celebrado en Montevideo en noviembre de 2016, tuvo como símbolo el
rostro de cabeza de Miguel de Cervantes Saavedra. Y en temas como el
turismo, la justicia y los buenos recuerdos y sabores, lo que es
evidente es que los sudamericanos aprecian lo mismo un buen platillo
como se quejan y denuncian un maltrato. Lo importante es saber
reconocer las diferencias y encontrar los puntos en común, porque al
final de cuentas, estamos todos en el mismo continente y las
atracciones y los encuentros son mayoritarios.
Publicada originalmente en elarsenal.net como texto de la columna Punto Sur.
1 de enero de 2017
@ggespinosa01
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