Un
personaje femenino recorre plazas y calles. Es cosmopolita. Habita
Santiago, Roma, Iquitos. Se describe a sí misma como patiperra y a
veces como gringay.
Las
54 crónicas de este tomo de Pedro Lemebel, santiagueño, nacido en
1955, son algo más que una colección de aventuras; son reflexiones
de alguien que camina, observa, dialoga y experimenta; son relatos de
época, narraciones críticas.
El tomo de Háblame de amores, publicado por Seix Barral en 2013, comienza con una visita al Amazonas, a la choza de un lanchero,
una “mariposa triste” que vive en Belén, camino a Manaos.
Termina buscando el camino que lleva a Isla Negra, la casa de Pablo
Neruda, “mochileando, como si fuera una golondrina caminera”.
Yendo
de un lado a otro se encuentra con un “cura simpático” que le
introduce al mundo de fray Andresito, un migrante canario, medio
africano, medio ibérico, que llegó a América por Montevideo y se
estableció en Chile a finales del siglo XIX; era un franciscano con
la sotana parchada, un barbón que intimidaba con su hosca imagen,
pero en realidad era un alma caritativa que vivía pidiendo limosna
para dar de comer a los desamparados y era muy querido.
Lemebel
también hace recorridos políticos y se declara contrario a los
conservadores. Cuestiona el estilo personal del presidente Sebastián
Piñera y evoca el activismo clandestino durante los años de la
dictadura, como actos de heroísmo, aunque también con sus
decepciones. Recuerda sin mucho dolor una convocatoria a la huelga
general que naufragó antes de siquiera comenzar, con una fallida campaña
propagandística y flotante en el río Mapocho, que atraviesa la
capital chilena.
Quizá
lo mejor de las crónicas de Lemebel es que su juicio, aunque
combativo, no sigue dogmas ni consignas. Su descripción no está
comprometida más que con las sensaciones, con fantasías sexuales y
emociones de ciertos momentos. Eso es lo que se le puede agradecer a
Lemebel; eso es hablar de amores.
Publicado originalmente el 10 de noviembre de 2013 en Vox Libris de La Jornada.
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